La vida da muchas ruedas


Soñar con Irán y sus mandalas no había sido una casualidad. El sentimiento de desesperación por querer salir de esta maldita burbuja y empezar a viajar de manera indefinida hace que mi propia mente me lleve a los lugares más recónditos, hace que la idea de morir en el intento ni siquiera me de miedo. Siento que mi hambre por conocer, la infinita curiosidad y la energía que le transmito a la gente me abrocha un cinturón de seguridad en este mundo para cualquier lugar y cultura, aunque sea una mujer viajando sola y signifique una desventaja en países con mayor machismo. Por otra parte, me siento con la capacidad de poder aprender cualquier idioma en poco tiempo para llegar a las personas que nadie puede acceder, de encontrar trabajo de lo que sea, de aprender diferentes oficios hasta poder establecerme temporalmente en cualquier lugar... creo que la felicidad es llegar al máximo grado de integración y conexión con la gente que te rodea, transformar tu identidad con diferentes maneras de vivir la vida, reinventarse para ver el mundo con otros ojos, no ponerte límites; y que cuando pasen los años, sentirme orgullosa de esa red de mandalas que he creado, llena de amigos con espíritu libre con los que intercambiar la locura viajera entre risas y todos los tipos de té, café y cerveza...

Soñar con Irán y sus mandalas no es casualidad. La lituana más libre del mundo, esa que lo dejó todo para dedicarse a la cerámica y recorrerse el mundo a dedo, ha llegado hasta allí desde Turquía. Todo lo que escribía en su blog sobre sus descubrimientos en ese país me transportaba al 2014, aquel año loco donde Turquía se convirtió en mi segunda casa. Su manera de ver el mundo era como leerme en voz alta, sus alegrías y tristezas con los turcos me traían tantos recuerdos cercanos, y sus ideas sobre la vida parecían un puente que en algún momento se fundía con mi puente del futuro. Nunca había sentido tal empatía por alguien a quien apenas conozco.

Soñar con Irán y sus mandalas no es casualidad. El mandala viene del sánscrito, podemos encontrarlo en el budismo o en el hinduismo y se refiere a la rueda de la vida, como el samsara. En mi cabeza ya había soñado (despierta) con hacer un gran mandala en la pared este verano, estudiar su historia y variaciones para poder pintarlos en diferentes lugares del mundo. De hecho, la idea principal del mandala es su creación, un proceso que busca el equilibrio en el camino, una meditación y conexión con tu propio yo. En las diferentes religiones y formas de arte, el mandala es una conexión entre el macrocosmos y el microcosmos, el hombre y la divinidad, el universo y el vacío, el yin y el yang.  No es casualidad que los gatos salten en todos los círculos que encuentran a modo de protección; el círculo, como el ensō en el budismo zen, es fuerza y elegancia, es un proceso en el que la propia mente es libre para dejar actuar los instintos del cuerpo. Grecia y Egipto también tenían sus símbolos como el uróboro, representado con un dragón devorándose a sí mismo formando un círculo, o el Wuji y el Taiji de la filosofía tradicional china.

Soñar con Irán, como sus mandalas, ha sido a día de hoy el símbolo más rotundo de mi subconsciente. El aviso de que la universidad está siendo un lastre en mi vida, una pérdida irreversible y tremenda de tiempo, un martillo colgado en mi garganta que me golpea en la cara cada día, recordándome que debo detener mi vida para sentarme a estudiar algo inútil que olvidaré el mes que viene a mucho tardar. Es el aviso de que nunca, jamás, debo vender mi tiempo a un trabajo que debería hacer pero que nunca desearé. Es la señal de que no debo volver a equivocarme haciendo lo que la sociedad me dice que es correcto, porque en esa sociedad hay demasiada gente que no lucha por dejar ese trabajo de mierda y cambiar su vida para ser feliz, hay demasiada gente que prefiere permanecer casado o casada aunque ya no haya amor, hay demasiada gente que prefiere permanecer en su zona de confort escuchando en la televisión lo maligno que es el mundo, hay demasiada gente que justifica lo malo con un "podría ser peor"...

Lo único que espero es poder serle fiel siempre a mi propia intuición, y no nada hay más intuitivo que seguir a los sueños.


Sobre el yogur griego y el tomate de lata

Tesalónica no me ha hecho llorar y dar gritos de emoción pero Meteora sí. Seguramente sea el lugar natural más mágico que vi en el mundo hasta ahora. Son montañas largas y estrechas, con monasterios en su cima o encajados en alguna parte de las rocas. Son pequeños monasterios de monjes y uno de monjas de religión cristiana ortodoxa, y viven así, con sus casas incrustadas en una enorme masa rocosa llena de rayas y colores rojizos por la erosión. Supongo que para aislarse allí sienten esa necesidad que en su día sintieron los monjes meteoros al querer estar más cerca de su Dios, tanto mental como físicamente. Las montañas llegan al mismo cielo, puedo imaginarme perfectamente cómo se levantaban por la mañana para rezar y, con su café griego y su tostada de mermelada de loto en la mano (la mermelada de loto hecha por ellos of course), se asomaban al balcón y se encontraban con las nubes. Fuimos un día de niebla, así que la mezcla de niebla y nubes moviéndose hacía que el paisaje cambiara cada diez minutos y no parara de hacer fotos como una japonesa loca. No importara que lloviera o saliera el sol, ese sitio era un auténtico retiro espiritual lleno de naturaleza pura y silencio.

Dentro de los monasterios podías ver cómo viven los monjes, y hay muchas salas con cocinas e instrumentos tradicionales, además de miles de pinturas religiosas en cada pared, mosaicos y frescos de todos los colores, velas, gatos, muchos gatos y un perro que nos siguieron por la carretera. Con los 3 euros que debes pagar para entrar en cada monasterio, podrían aprovechar para alimentar a tanto animal hambriento, que también son criaturitas de Dios y esas cosas.

En el Gran Meteoro hay una iglesia bizantina y salas donde puedes leer la historia y ver las torturas que los cristianos sufrieron por parte de los turcos, que no fueron azotes en el trasero precisamente. Antes de ir a Grecia leí en mi biblia personal (para los demás Wikipedia) que esas rocas son enviadas por el cielo a la tierra según los escritos cristianos, así los griegos podían rezar en paz. Ah! y que el nombre del lugar se debe a que Meteora significa 'flotando en el aire'. Bajamos al pueblo Kalambaka por un sendero de bosques y cabras, fue un camino increíble y me sentía feliz de hacerlo con mi amiga de toda la vida, Lucía, que le dio un sentimiento religioso muy fuerte en el monasterio de monjas y se puso a rezar, justo después de que fumáramos marihuana. Ella me explicó sus razones y lo entendí, aunque también tengo que reconocer que me asustó un poco ver tanto fervor religioso repentino en una persona a la que consideraba atea. ¿Qué llevaba ese porro de marihuana tan espiritual? ¡Tenía que haber fumado más!

Tesalónica me ha enseñado algo positivo que no tiene España: todas las posibilidades para que la gente joven pueda vivir, estudiar y alimentarse cada día aunque no tengas dinero. La universidad ofrece estudios, comida y cena gratis, y las casas okupas están muy organizadas y respetadas, hay edificios y fábricas aprovechadas para diferentes actividades, bares, y un lugar donde dormir. Nunca he pagado allí el ticket del autobús, aunque se que el transporte mensual es barato. Mucha gente se gana la vida haciendo malabares, vendiendo artesanías o tocando algún instrumento en la calle, y las comodidades que da la ciudad ayudan a sobrevivir sin problemas. Conocí a dos chicos de Granada que lo habían dejado todo, y estaban viviendo en casa de una amiga de Lucía que también está de erasmus allí, para aprender a tocar algo y ganar dinero tocando en las islas en verano. También conocí a un ruso que hacía malabares y llevaba un hula hoop gigante para rodar, e incluso el chico albano hacía atrapasueños que pensaba vender en algún momento. Todos tenían un aura libre y sin preocupaciones, pensando solo en el presente y viviendo cada día de la vida sin saber lo que pasará mañana. (Y yo aquí, amargada con la universidad, el chino y mil obligaciones que me atan...)

Siempre había idealizado este estilo de vida hasta que llegué a Tesalónica, y he pensado en la independencia y en la libertad desde otra perspectiva más realista: como si no fuera a ser joven toda la vida, como si no fuera a tener la ayuda de mis padres toda la vida, y como si no me fueran a joder con la jubilación lo que me quedara de vida. Cuando ya apenas me quedaba dinero el último día y no quería gastarlo en comprar algo, comimos en la universidad y el menú de la comida y cena fue pasta con calamares que sabían a esa salsa de tomate aceitosa que le echan a las latas de conserva y sabe a... tatatachan... nada. En ese momento deseaba tanto ir a un bar a por una buena ensalada o a por un buen plato de pasta... ; el chico albano quería ir con nosotras a Meteora y, aunque el billete de tren era barato y dormir en el pueblo también, no disponía de ese dinero y se quedó en casa de Lucía.  Me sorprendió porque él se había definido como alguien libre que viaja y no depende de nada ni nadie. ¿Acaso la libertad no es la posibilidad de elegir? ¿el sentimiento puro de libertad no es estar en continuo movimiento? ¿elegir si te quedas o te vas, elegir si comes esto o lo otro, elegir si quieres estar solo o acompañado? el dinero no lo es todo, por supuesto que puedes moverte con autostop o pedir comida en la calle, el mundo está lleno de gente hospitalaria y generosa que te ofrecerá con una sonrisa un asiento en su coche o una cama en su casa con un plato para comer.

Estas personas se dividen en dos grupos: las primeras lo harán por motivos sexuales, y las segundas lo harán de corazón, por el simple hecho de ayudar y sin ningún tipo de interés. Las del segundo grupo son aquellas que te devuelven la fe en el ser humano, aquellas que transforman tu viaje llenándote de anécdotas y buenos recuerdos, aquellas por las que realmente estás allí y de las que siempre, siempre, aprenderás algo bueno o malo y te harán crecer. Pero la línea de ser ayudado y de depender de los otros puede pasarse demasiado rápido. Si nos acostumbramos a depender siempre de la casas ajenas para dormir, de la comida que nos den otros para comer, de que nos lleven, nos traigan, nos inviten, nos den, recibamos y nunca demos... si solo nos dejamos llevar por el viento, el día que el viento pare, nuestro barco deja de navegar y no podremos hacer nada. Por eso, si el "barco" produce, ayuda, colabora, estudia o trabaja, crea, aporta y es autosuficiente, siempre tendrá "combustible" para continuar, haya viento o tormenta.

Las personas del primer grupo son esa tormenta: las que aparecen de repente, haciendo mucho ruido para follarte y molestan durante un buen rato. En esos momentos, más que nunca, necesitas el combustible para salir del problema tan rápido como sea posible. En los momentos de tormenta, sean provocados por una persona, un accidente o una enfermedad, el combustible de lo que has trabajado te hará pasar el mal trago rápido. Pero cuando no tienes nada todo se complica, y lo único que te salva es depender de otra persona que aparezca para ayudarte. Por eso es tan valiosa la independencia: no tienes que esperar a nadie, el problema lo resuelves cuando tú lo quieras revolver; y por eso tiene tanto poder la libertad: porque tú decides lo que quieres y lo que no entre varias posibilidades. Cuando estuve viajando sola por Turquía durante un mes haciendo couchsurfing, realmente no pasaba casi ninguna hora del día completamente sola. Estuve rodeada de personas increíbles, pero otras veces me agobiaba y necesitaba espacio para asimilar las cosas o estar conmigo misma. En esos momentos en los que estaba extremadamente cansada o triste y necesitaba un lugar solo para mi, poder pagarme una habitación en cualquier lugar y tumbarme en la cama sin que nadie me molestara tenía un valor incalculable. Cuando viajas y vives sin nada ahorrado esa opción no existe, y es lo que se debe evitar por todos los medios.

Quedarme "estancada" en un país no es para mi, y depender siempre de otros para vivir viajando muchísimo menos. Por eso creo que este viaje ha sido importante, porque me ha ayudado a dejar de fijarme solo en la parte idílica de la gente que se deja llevar por las circunstancias. Aunque yo sea impulsiva, es bueno pararse alguna vez a pensar en las consecuencias de dejar los estudios y preguntarme en qué tipo de condiciones quiero vivir dentro de unos años. La universidad, para qué nos vamos a engañar, es una auténtica mierda, y su plan Bolonia de los coj... se ha cargado el sistema. Pero es una puerta que te abre muchas otras y, como llevo diciendo en los anteriores párrafos, el poder de la libertad se encuentra en elegir qué puerta deseamos, y si queremos entrar, salir o cambiar a otra.

Como dijo Risto Mejide, no hagáis más el Rajoy, o lo que es lo mismo, el capull@ :

"Vivir es elegir. Decantarse por algo. Tomar partido. O tomar la decisión de no hacer nada, lo que ya se conoce como hacer un Rajoy"

El acierto de los mayas


Antes de leer esta entrada, miren el cómic en el siguiente enlace:
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“El eclipse” se ambienta en los años de colonización española en tierras mayas, a mediados del siglo XVI. El fraile Bartolomé, un misionero español que había llegado a la zona maya con la intención de evangelizar, desahuciado, decide dejarse morir. De repente, aparece entre la selva un grupo de indígenas que pretenden sacrificarlo. Pero el sacerdote, gracias a su “cultura universal” y a su “arduo conocimiento de Aristóteles,” está al tanto de la próxima aparición de un eclipse. Para disuadir a los mayas de sus intenciones asesinas, amenaza con apagar el sol. Pero ellos terminan arrancándole el corazón a pesar de la intimidación, debido a que ya conocían “las infinitas fechas en que se producirían eclipses […] sin la valiosa ayuda de Aristóteles”.

El tema principal presentado es la crítica a la soberbia de los europeos en el choque de culturas que se produjo entre Europa y América. El antihéroe Bartolomé pretendía mostrar su superioridad intelectual a los “indígenas de rostro impasible” y acaba sacrificado de una forma llena de patetismo. Con esto Monterroso muestra el egocentrismo de los conquistadores y las versiones europeas sobre la conquista y conversión de los indígenas. En concreto, critica la versión de Hergé en su cómic “Tintín en el Templo del Sol” donde los protagonistas se salvan siguiendo el mismo método, mientras que los indígenas ignorantes huyen aterrados. El eclipse ofrece la versión opuesta, aunque quizás más realista.

El postcolonialismo como teoría aplicada a América Latina tiene que lidiar con el hecho de que la “descolonización”, el proceso de independencia, fue hace unos 150 años. El discurso colonial del fraile se ve como una contradicción, entre el deseo narcisista del fraile de ver a los indígenas como seres atrasados a los que puede controlar con su conocimiento científico y la realidad que lo desmiente. El cuento pone en escena un proceso de colonización truncado desde su raíz; o sea, pone en escena una especie de utopía anti-colonial. Si bien ocurre lo primero (fray Bartolomé ve a los indios como objetos de la diferencia para ser dominada) el proceso de desarrollo histórico llega a su fin con la eliminación del sujeto colonizador. Lo que hay que preguntarse es qué les permite a éstos interrumpir el proceso colonizador.

“El eclipse” se puede considerar una representación del rechazo de las “reglas de reconocimiento” (prejuicios) de la modernidad europea. El desenlace del cuento gira en torno al hecho de que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y apuntado sin la gran ayuda de Aristóteles las fechas de los eclipses solares y lunares, es decir, el conocimiento de los mayas es astronómico. Desde el punto de vista occidental este conocimiento es científico y tal clasificación no concuerda con las formas culturales. El conocimiento o episteme indígena (maya, azteca...) supuestamente no contempla la existencia de la ciencia, por lo que este concepto pertenece a la formación cultural europea con la división de los distintos saberes (ciencia, religión, filosofía, política, etc.) que tiene lugar a partir del Renacimiento. No obstante, el contenido de este conocimiento es el mismo porque las fechas de los eclipses son las mismas, más allá de las diferencias cronológicas. La “coincidencia” del conocimiento maya con el europeo les permite a los indios evitar que sea usado como una forma de manipulación en su contra.

Desde el punto de vista europeo (que es el punto de vista del cuento) no es posible considerar un conocimiento como pre-científico si coincide con el occidental. Por lo que es adecuado estar a favor de la descolonización, que supone la producción del conocimiento propio, sin prejuicios que lo descalifiquen por ser occidental o no.La ironía es que el “conocimiento negado” de los indígenas es idéntico al del europeo.
Los pueblos de los distintos Orientes no pueden entablar una conversación con Occidente porque no son escuchados, pero deben alzar la voz para demostrar que ninguno permanece inmutable. Y eso no debe ser la aceptación de las representaciones clásicas de Oriente, pues son representaciones disfrazadas de realidad limitadas.
La emergencia actual en Asia (China, India, Indonesia…), en América Latina (Brasil, Chile…), en África y en las revoluciones de los países árabes y musulmanes, sea cual sea su evolución, dibujan un mundo nuevo que ya no puede ser entendido en referencia a su pasado colonial, aunque este haya dejado en él su huella.


"Hasta que la diferencia nos separe"



La masai blanca es una película alemana basada en la novela que narra la historia real de la autora, Corinne Hoffman (Carol en el film), una mujer suiza enamorada de África. Ella y su novio viajan a Kenia y conocen a un guerrero samburu llamado Lemalian. Los samburu son una tribu que vive de forma  tradicional dedicada al pastoreo, y guardan parentescos con los masai, un grupo étnico de semi-nómadas situados entre Kenia y Tanzania. Carol siente un flechazo al ver al atractivo Lemalian, con su melena larga trenzada y rojiza, sus armas y traje de guerrero, cayendo en una especie de hechizo cuando él la mira fijamente. Justo antes de coger el avión de regreso a Suiza, Carol le dice a su novio que ella se queda para buscar al guerrero. El novio no es capaz de ver al africano más que como una simple atracción turística de baile y fotos, y se marcha sin entender nada.
Cuando Carol llega a Barsaloi, el pueblo de la tribu de Lemalian, conoce a una mujer que la acoge en su casa para que espere allí el regreso del guerrero, e intenta avisar a Carol de las adversidades con las que se encontrará: un samburu no puede comer con mujeres ni nada que haya sido mirado o cocinado por ellas, cosa que no ocurre en la historia real; un samburu toca a una mujer delante de los demás guerreros y tiene prohibido tocar por debajo de la cintura, otro falso mito del que hablaré más adelante; para un samburu lo que tú quieres no importa, y es imposible vivir con ellos porque “son pastores que viven en chabolas que construyen en un día para destruirlas al día siguiente”. Estos son solo algunos de los tópicos a los que recurre su amiga, confiada en los rumores y segura de que una mujer en África solo puede cuidar el jardín, la casa, y pensar que todo lo que tiene pertenece a su marido, ya que según ella por ser mujer vale menos que las cabras. La visión occidentalizada de la sociedad discrepa de las formas de vida en tribus de África con ideas contradictorias, pero en contraposición Carol busca el porvenir y avance de Barsaloi, aunque con planes y proyectos contrarios a los de su marido y vecinos.
En el reencuentro de Lemalian y Carol sucede la primera experiencia sexual: él la lleva a una habitación, echa a la gente de allí y, para sorpresa de ella, le sube la falda y actúa de manera brusca y rápida. Ella ve que las muestras de afecto y ternura no existen, solo el sexo como tal. Pero, prendada en sus propios sentimientos, a la mañana siguiente decide irse con él.
A pesar de las diferencias étnicas, consiguen que su amor vaya evolucionando adaptándose el uno al otro. Por ejemplo, Lemalian la lleva a un lugar en el que pueda tener su propia intimidad para que no se duche con los demás en medio del campo, y ella le enseña a hacer el amor con delicadeza, despacio y sin centrarse solo en el acto sexual. Carol vive feliz en su utopía, y después de contarle todo a su familia regresa de la superficialidad y frialdad de Suiza para casarse con su occidental vestido blanco de novia. Pero las  sorpresas desagradables no tardan en aparecer, como cuando intenta ayudar a una mujer a punto de dar a luz pero los demás la abandonan porque creen que está embrujada. Ella hace todo lo posible por salvarla pero no logra vencer las supersticiones de los otros.

Pero el motivo principal de conflicto aparece a partir de que Carol monte una tienda de comestibles, descuadrando por completo a su marido y a la tribu en general. Lemalian no lo ve necesario a lo que ella responde “vosotros tenéis vuestras cabras, yo mi tienda”. Empieza a darse cuenta de que sus necesidades son diferentes y marca la diferencia, porque no se ve capaz de alimentarse de azúcar y carne de cabra. Cuando Carol comienza a trabajar, los celos de Lemalian empiezan a aumentar porque allí mirar a un hombre directamente a los ojos puede ser malinterpretado, mientras que para ella mirar a su cliente es una cuestión de educación. Empiezan a suceder más enfrentamientos cuando ella no quiere conceder créditos, porque para él todos son vecinos y amigos, cosa que en el mundo occidental es impensable. La gota que colma el vaso sucede en el momento en que, después de una de las fuertes discusiones por los celos de él, Lemalian se corta su larga melena de guerrero y aparece en la tienda preguntándola si ahora le respetará, vestido con camiseta y pantalones y dejando atrás cualquier resquicio del idealizado y exótico guerrero del que Carol se enamoró. El hechizo se rompe.

Después de conocer una historia como esta, ¿es posible una relación entre dos mundos antagónicos? Los humanos siempre buscamos una identidad que nos diferencie de los demás, nos unimos a grupos y nuestra identidad se forma mediante las experiencias sociales, adoptamos ideologías diferentes y de ahí surge la alteridad, que es la capacidad de descubrir la existencia del otro desde mi observación poniéndome en su piel,  asumiendo los diferentes puntos de vista y defendiendo los otros por muy distintos que sean a los míos. Pero, aún cambiando nuestra forma de pensar, nunca abandonamos completamente lo que creíamos, como les suceden a los protagonistas de la película. Respondiendo a la pregunta creo que la relación sí es posible, aunque en la película no se haya podido llevar a cabo finalmente. No hay que olvidar que Lemalian ha vivido siempre en un estricto modelo de vida y, aunque se esfuerza por ser más tolerante, no puede cambiar lo que es él. Por otra parte está Carol, que se integra por amor en una tribu en la que desconoce sus cuestiones culturales relacionadas con la vida tribal y la posición. Pero, aunque esto no se cuente en la película, en la vida real esta mujer llegó a aceptar costumbres como la poligamia, dejando que su guerrero mantuviese relaciones sexuales con otras mujeres de la tribu.Pero Carol ha sido educada con una moral y ética determinada, basada también en el sistema de tener estudios para trabajar y ganar dinero, por lo que tampoco puede cambiar lo que es ella. Cuando dos culturas tan diferentes se encuentran una se impone sobre la otra, y tratar de entender sus creencias o forma de vida se vuelve una tarea realmente difícil, pero como he dicho anteriormente, no imposible. Sin embargo, en el mundo actual, por el simple hecho de ser la cultura indígena, por manejar creencias y comportamientos diferentes a la europea, esta última ve a la otra como algo que debe ser transformada.
En contraposición a Carol tenemos a su amiga, que se adapta en su totalidad pero no es feliz. Resulta curioso la cantidad de prejuicios que atribuye a los samburu cuando, por ejemplo, su propio marido la ignora a no ser que sea para pedirle dinero (quizás ella era feliz así, aunque en la película no se muestra). Ella no ve su propia realidad porque tiende a pensar que los salvajes y crueles son siempre los “otros”. Seguramente si una persona de esa tribu viniera a España y viera a tantas personas sin comer o viviendo en la calle entre tanta abundancia, también nos verían a nosotros como a los “salvajes”, todo depende del punto de vista con el que se mire.

Pienso que no podemos cambiar otro modelo de vida ni de mentalidad, como dijo el cura o se asume lo que hay o se deja, no se pueden imponer las cosas. Él quiere ganarse su confianza para ayudarles y respeta sus costumbres, por eso se mantiene como un personaje neutro.
En todo el mundo hay señales de las diferencias, cuando por ejemplo se piensa que la única religión válida es la que uno mismo practica, ignorando o despreciando a las otras; cuando las tradiciones populares de uno no concuerdan con los ritos y costumbres de algún grupo social; cuando se piensa que los homosexuales no tienen derechos por ser lo que son; cuando no se toman en cuenta a los discapacitados y minusválidos; o hasta cuando el equipo de fútbol es diferente al del otro. De la misma forma ocurre con respecto a las ideologías: siempre han existido partidarios de distintas tendencias políticas, lo preocupante es que por estas diferencias a veces se recurre a la violencia, al terrorismo, y hasta la muerte en algunos casos, por defender esas posturas ideológicas.

Todo esto podría relacionarse con la obra del sociólogo Zygmunt Bauman , Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Describe el tipo de relaciones interpersonales que se desarrollan en la postmodernidad, acercándonos primero a la modernidad desde el término alteridad. En nuestras sociedades connotadas por la “mixofobia” o miedo al intercambio social, también existe la “mixofilia” o deseo de mezclarse con las diferencias o con los que son distintos a nosotros. Crea una teoría de comunicación social para fomentar la “mixofilia”  en nuestras sociedades, pero siempre teniendo en cuenta cuales son los principales argumentos que pueden obstaculizar este camino. Así pues se pone de manifiesto que el vivir del yo consiste en un con-vivir, en un entregarse de una u otra forma al polo del .

Para terminar, hay que tener en cuenta que aunque en la película se reflejan muchos problemas interculturales, también se ha intentado suavizar o maquillar muchos aspectos de la verdadera historia y por lo tanto de la verdadera cultura masai y sus costumbres, que pueden resultar muy duras e incomprensibles a los ojos de otras personas con culturas mucho más diferentes basadas en la “racionalidad” y el capitalismo. En el cine se retocan partes de la realidad (como los problemas de drogas de Lemalian y otras costumbres como la poligamia) para que sea más “agradable” o para conseguir enganchar al público y que este pueda comprender algo que a primera vista no es comprensible. Además, en la película hemos conocido a un Lemalian muy “occidentalizado” en lo que a relaciones de pareja se refiere.

No hay que olvidar que nuestra verdad no es la verdad, simplemente tenemos una comunidad que cree en esa verdad. Ninguna cultura es mejor o peor que otra, cada una se adapta al contexto que le rodea en cada momento y a su forma de ver el mundo, y puede ser tan válida como otra. Lo importante es que responda a las necesidades de cada sociedad, ya que cada cultura es el reflejo de las creencias, del contexto, de la época, de la zona, de la religión, de los medios disponibles, etc. Jamás nos conoceremos a nosotros mismos si no conocemos a los otros aplicando el rostro humano de la alteridad. Tampoco se puede buscar la humanidad en el egocentrismo, sino en la identidad a través de esa alteridad, el yo en el . Y pese a todo el “maquillaje” de la película, se puede ver cómo es posible que dos culturas choquen, pero que a la vez puedan convivir, y que aunque en este caso el final no haya sido del todo feliz, puede ser posible el respeto mutuo y la comprensión de las costumbres.


Somos utópicos por naturaleza


En la película del director Woody Allen, Midnight in Paris, un frustrado escritor del siglo XXI está caminando de noche por París. Una especie de coche antiguo aparece ante él y le invita a subir. Lo que no sabe el protagonista, Gil, es que desde el momento que acepta entrar comienza a viajar en los años 20 de París, y así conoce a varios artistas e intelectuales de la época como Fitzgerald, Hemingway, Picasso, Dalí y Buñuel, a quienes no duda en mostrarles la novela que está escribiendo. Se enamora de una francesa que desea retroceder a una época anterior, dándose cuenta de que la vida es siempre insatisfactoria y que cualquier período de tiempo parece menos triste que el nuestro si se compara con la imaginación.
Para muchos, al igual que lo sería para Gil, el tiempo actual es vacuo, sin sentido, porque como tanto se dice, "cualquier tiempo pasado fue mejor". En la nostalgia de un lugar y tiempo desconocido podríamos encontrar la cobardía que tiene al principio Gil, al encontrarse seguro y anhelar un pasado que le recuperará del presente. Esto nos lleva a la idea de un anacronismo psicológico. Precisamente la teoría posmoderna investiga esta constante condición anacrónica del individuo en la que vive la cultura occidental, que mira lo anacrónico como una forma de vida.
Esta esperanza de un mundo ideal y perfecto nos conduce a la utopía, un Estado imaginario que hace posible una existencia feliz. Al comparar el Estado ideal con el real, salen a la luz las limitaciones y defectos de la sociedad y nos hacen caer en una idealización en la que son posibles los cambios y transformaciones positivas. Realmente,  las utopías se basan en elementos del presente dentro de una sociedad imaginaria y perfecta, lo cual puede resultar a veces algo positivo, ya que nos presenta el desafío de investigar y explicar por qué no tenemos esas virtudes que imaginamos.
Si lo miramos desde el punto de vista de la filosofía, el ser humano es utópico por naturaleza, y se ha señalado que las utopías tienen un carácter represivo, pero también otorgan un sistema dinámico y reflexivo a la modernidad con el fin de mejorar. Por eso no sería posible entender la modernidad sin su carácter utópico. Uno de los hechos más destacados en la historia moderna fue  el "descubrimiento" de América con la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo. Colón dirigió una mirada casi utópica hacia la nueva geografía,  ya que esperaba encontrar allí un mundo no sólo nuevo, sino mejor: su viaje estuvo impulsado en parte por el Paraíso Perdido. Por un lado, es una tierra fértil y abundante. Por otro, sus habitantes son los buenos salvajes, puros, bondadosos e ingenuos. Durante mucho tiempo esta es la imagen de América que permanecerá en Europa, obviando los aspectos negativos o diferentes, inspirando las utopías que ven allí un lugar nuevo y bueno, donde se puede empezar una sociedad mejor. El Viejo Mundo se muestra como algo invariable por el peso del pasado y la falta de autenticidad de su gente.
Se trató de crear en el Nuevo Mundo utopías prácticas inspiradas en la de Tomás Moro, que propuso un mundo que se acercaba a esa mentalidad. En su obra “Utopía” un explorador llamado Hythloday descubre durante uno de sus viajes una isla, precisamente llamada Utopía. En ella todos son iguales y no se acumula riqueza para que los ciudadanos utópicos no sean envidiosos ni codiciosos. El oficio es legado por la propia familia, y en caso de querer practicar otra profesión, se adoptaría a otra familia; no hay propiedad privada ni propiedad de tierras, todos trabajan seis horas y no hay clases sociales que exploten y vivan del trabajo; la religión tampoco sirve para obtener privilegios, ni el Estado tampoco. La única diferencia se marcará en las vestiduras y en algún objeto simbólico que represente su puesto. No existe una clase dirigente porque las instituciones de gobierno cambian constantemente entre miembros de todas las familias y no se necesita moneda, ya que cada familia tomará del mercado lo que necesite y vestirán igual. Los delitos, en caso de producirse, se pagarán con la fuerza del trabajo o la esclavitud al servicio de la comunidad, según la gravedad de la falta. Todos recibirán la misma educación humanista y una cultura llena de actividades lúdicas en la que podrán adquirir experiencias y conocimientos de diversos campos. Moro se basa en el empleo de la educación como herramienta para crear buenos ciudadanos en un Estado perfecto. Su visión de esta sociedad pasa por una educación continua sin la existencia de juegos, vicios y actividades insanas. Aunque su obra, por muy utópica que sea, está solapada a la realidad.
Durante el siglo XX la visión utópica de sociedades perfectas se ve modificada, porque muchos pensadores creen que inventar sociedades utópicas es más perjudicial que beneficioso. Las utopías poseen un carácter ingenuo y fantasioso, ya que se distancian de la verdadera realidad y se limitan a describir un mundo nuevo; están condicionadas por las circunstancias históricas, ya que se dedican a desarrollar rasgos que ya existen en la sociedad, y provocan en ella una concepción estática, ya que una vez conseguido el cambio justo y feliz, no tendría sentido que siguiera transformándose. Esto derivaría en un totalitarismo, ya que el convencimiento del carácter ideal y perfecto de un sistema lleva a la intolerancia con respecto cualquier otra propuesta. Cualquier alternativa de un mundo feliz podría convertirse en la más totalitaria, ya que la supervivencia de la utopía se vería amenazada.
No obstante el siglo XX se caracterizó en parte por ese totalitarismo, que llegó con la aparición de Hitler. En la obra “Melancolía y Utopía” de Wolf Lepenies, podemos encontrar un análisis de cómo un pueblo tan culto como el alemán pudo caer bajo el mandato de Hitler, relacionándolo desde el punto de vista utópico. Hitler supo transmitir los sueños de grandeza de una sociedad alemana que, como dice Lepenies, pudo haber aspirado a ser un Estado sin política pero jamás sin cultura. La utopía, por irrealizable, genera melancolía en quien la habita. La diferencia esencial entre el nostálgico y el melancólico es que este echa de menos lo que no ha sido, y el tiempo pasado o desaparecido puede adquirir rasgos utópicos si se cae en la memoria.
Lepenies explica cómo una vez instaurada la utopía en una forma real y decepcionante, se llega al totalitarismo de Hitler y sus hombres de confianza: Goebbles y Speer. Los tres formaban tres artistas frustrados en una nación donde la cultura era uno de los pilares básicos de Alemania: Hitler era pintor, Goebbels novelista y Albert Speer arquitecto. La búsqueda de la utopía genera melancolía, pero también resentimiento. Por otro lado los seguidores de Hitler no tardaron en comprobar el resultado, producto de un no tan buen pintor para quien creación y destrucción eran consecuencia una de la otra. La utopía, sin embargo se regenera una y otra vez, por lo que a nadie extraña que todavía haya quienes echan de menos al artista de la destrucción que fue Hitler: no es casual que, desgraciadamente, la desnazificacion absoluta de Alemania haya fracasado hasta la fecha.
Muchos nostálgicos echan en falta un pasado que nunca fue, mientras que los melancólicos un futuro que nunca será. Si algo tienen en común el escritor Gil, Cristóbal Colón con la búsqueda del Paraíso en el Nuevo Mundo, Hitler y el explorador Hythloday en la idílica y pacífica isla Utopía, es que todos ellos buscaban esa salida utópica sumida en una gran nostalgia y melancolía.


No creo que lo más peligroso de la utopía sea su carácter imaginativo, sino el concepto de norma colectiva que muestra por ejemplo Tomás Moro al dotar a su sociedad monotonía y falta de pasión, o la dictadura totalitaria que implantó Hitler en donde la sumisión era una exigencia, y en donde la felicidad y libertad individual no tenía cabida. En contrapunto, Gil, con su utópico viaje a los años 20 de París, aprende que la vida es siempre insatisfactoria y su cambio real comienza cuando rechaza el cambio ficticio. Me parece que el personaje es el ejemplo perfecto de que se puede pensar en la utopía sin vivir eternamente en ella. Debemos enfrentar nuestros miedos y recuerdos más dolorosos, respetando también lo que deseamos sin decirnos “yo no soy así”. En nuestra mente reside nuestra identidad, un Yo artificial formado por la familia, la sociedad y la cultura. Pero no conocemos nuestro Yo verdadero. Y nuestra utopía es nuestro mundo, al igual que las verdades o las mentiras. Cuando una persona cree en su utopía ya forma parte de su mundo, entonces es tan respetable como la tuya propia. Debemos dejarlas manifestarse en nuestra conciencia y luego podremos decidir si nos conviene o no creerlas porque, como enseña nuestro personaje Gil, todo deseo de cambio reside en uno mismo.



Sigo en mi línea, por tierra y aire




Me encantan las canciones actuales en versión instrumental. El otoño. Mi tatuaje, y los que quedan. El queso y el chocolate. La ropa vintage. Sumergirme de lleno en cada ciudad que viajo, y en las costumbres de los pueblos. La vida sin televisión. La salsa, la bachata y la kizomba. Los microcuentos. Lindsey Stirling, The piano guys y Alexander Rybak. Pintar con un cepillo de dientes. Los poemas de Wislawa Szymborska, y las fotos de Eric Lafforgue. Me encanta la palabra “melancolía” y detesto la palabra “plausible”. La conferencia de Chimamanda Adichie, las películas que nadie conoce. Ver como a la gente se le escapa la risilla tonta cada vez que va a perder el bus o el tren y está corriendo hacia la puerta. Reconocer desde lejos a las personas con la que puedo encajar. La luna llena. Haber cumplido el sueño de salir definitivamente de Cádiz con 18 años para vivir en Madrid. Conocer a la admirable Victoria Subirana, autora de mi libro favorito Una maestra en Kathmandú. He conseguido participar en espectáculos de baile en la ciudad de Brest con mi grupo de teatro, incluso con el presidente Hollande entre el público. Quizás el 12 de noviembre del 2012 fue el día que más me marcó, y el 13 ocurrió una casualidad que nunca podré olvidar.  Estoy harta del amor inmaduro, insatisfactorio y distante. Desde que aprendí a ser feliz a pesar de las adversidades, no me da miedo la muerte, ni temor por viajar sola. Las pesadillas empeoran, pero mis sueños logran mejorar. Tengo dos metas nuevas, y una de ellas también se cumplirá pronto: ir al Circo del Sol y ver el  musical del Rey León. Me gusta imaginarme viviendo en cualquier lugar de Asia, Oceanía o Sudamérica. El castillo de Neuschwanstein. El lago Grüner See de Austria. La idea de hacer un voluntariado cuidando elefantes en Indonesia, o de trabajar en un crucero de fotógrafa. La idea de hacer interrail, couchsurfing y aupair.  El Monte Saint-Michel, las Islas Mirihi de las Maldivas o la Riviera maya.  Me encantaría poder ver la aurora astral de Nueva Zelanda, o la boreal de Alaska. Los leones blancos de África del Sur, y los masái de Kenia. Pero sobre todas las cosas, tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar.