Soñar con Irán y sus mandalas no había sido una casualidad.
El sentimiento de desesperación por querer salir de esta maldita burbuja y
empezar a viajar de manera indefinida hace que mi propia mente me lleve a los
lugares más recónditos, hace que la idea de morir en el intento ni siquiera me
de miedo. Siento que mi hambre por conocer, la infinita curiosidad y la energía
que le transmito a la gente me abrocha un cinturón de seguridad en este mundo
para cualquier lugar y cultura, aunque sea una mujer viajando sola y signifique una desventaja en países con mayor machismo. Por otra
parte, me siento con la capacidad de poder aprender cualquier idioma en poco
tiempo para llegar a las personas que nadie puede acceder, de encontrar trabajo de lo que sea, de aprender diferentes oficios hasta poder establecerme temporalmente en cualquier lugar... creo que la felicidad es llegar al máximo grado de integración y conexión con la gente que te rodea, transformar tu identidad con diferentes maneras de vivir la vida, reinventarse para ver el mundo con otros ojos, no ponerte límites; y que cuando pasen los años, sentirme orgullosa de esa red de mandalas que he creado, llena de amigos con espíritu libre con los que intercambiar la locura viajera
entre risas y todos los tipos de té, café y cerveza...
Soñar con Irán y sus mandalas no es casualidad. La lituana
más libre del mundo, esa que lo dejó todo para dedicarse a la cerámica y recorrerse
el mundo a dedo, ha llegado hasta allí desde Turquía. Todo lo que escribía en
su blog sobre sus descubrimientos en ese país me transportaba al 2014, aquel
año loco donde Turquía se convirtió en mi segunda casa. Su manera de ver el
mundo era como leerme en voz alta, sus alegrías y tristezas con los turcos me
traían tantos recuerdos cercanos, y sus ideas sobre la vida parecían un puente
que en algún momento se fundía con mi puente del futuro. Nunca había sentido tal empatía por alguien a quien apenas conozco.
Soñar con Irán y sus mandalas no es casualidad. El mandala
viene del sánscrito, podemos encontrarlo en el budismo o en el hinduismo y se
refiere a la rueda de la vida, como el samsara. En mi cabeza ya había soñado (despierta) con
hacer un gran mandala en la pared este verano, estudiar
su historia y variaciones para poder pintarlos en diferentes lugares del mundo.
De hecho, la idea principal del mandala es su creación, un proceso que busca el
equilibrio en el camino, una meditación y conexión con tu propio yo. En las
diferentes religiones y formas de arte, el mandala es una conexión entre el
macrocosmos y el microcosmos, el hombre y la divinidad, el universo y el vacío,
el yin y el yang. No es casualidad que
los gatos salten en todos los círculos que encuentran a modo de protección; el
círculo, como el ensō en el budismo zen, es fuerza y elegancia,
es un proceso en el que la propia mente es libre para dejar actuar los
instintos del cuerpo. Grecia y Egipto también tenían sus símbolos como el
uróboro, representado con un dragón devorándose a sí mismo formando un círculo,
o el Wuji y el Taiji de la filosofía tradicional china.
Soñar con
Irán, como sus mandalas, ha sido a día de hoy el símbolo más rotundo de mi
subconsciente. El aviso de que la universidad está siendo un lastre en mi vida,
una pérdida irreversible y tremenda de tiempo, un martillo colgado en mi
garganta que me golpea en la cara cada día, recordándome que debo detener mi
vida para sentarme a estudiar algo inútil que olvidaré el mes que viene a mucho
tardar. Es el aviso de que nunca, jamás, debo vender mi tiempo a un trabajo que
debería hacer pero que nunca desearé. Es la señal de que no debo volver a
equivocarme haciendo lo que la sociedad me dice que es correcto, porque en esa
sociedad hay demasiada gente que no lucha por dejar ese trabajo de mierda y cambiar su vida para ser feliz, hay demasiada gente que prefiere permanecer casado o casada aunque ya no haya amor, hay demasiada gente que prefiere permanecer en su zona de confort escuchando en la televisión lo maligno que es el mundo, hay demasiada gente que justifica lo malo con un "podría ser peor"...
Lo único que espero es poder serle fiel siempre a mi propia intuición, y no nada hay más intuitivo que seguir a los sueños.
Lo único que espero es poder serle fiel siempre a mi propia intuición, y no nada hay más intuitivo que seguir a los sueños.
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