Antes de leer esta entrada, miren el cómic en el siguiente enlace:
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“El eclipse” se ambienta en los años de colonización española en tierras mayas, a mediados del siglo XVI. El fraile Bartolomé, un misionero español que había llegado a la zona maya con la intención de evangelizar, desahuciado, decide dejarse morir. De repente, aparece entre la selva un grupo de indígenas que pretenden sacrificarlo. Pero el sacerdote, gracias a su “cultura universal” y a su “arduo conocimiento de Aristóteles,” está al tanto de la próxima aparición de un eclipse. Para disuadir a los mayas de sus intenciones asesinas, amenaza con apagar el sol. Pero ellos terminan arrancándole el corazón a pesar de la intimidación, debido a que ya conocían “las infinitas fechas en que se producirían eclipses […] sin la valiosa ayuda de Aristóteles”.
El
tema principal presentado es la crítica a la soberbia de los europeos en el
choque de culturas que se produjo entre Europa y América. El antihéroe
Bartolomé pretendía mostrar su superioridad intelectual a los “indígenas de
rostro impasible” y acaba sacrificado de una forma llena de patetismo. Con esto
Monterroso muestra el egocentrismo de los conquistadores y las versiones
europeas sobre la conquista y conversión de los indígenas. En concreto, critica
la versión de Hergé en su cómic “Tintín en el Templo del Sol” donde los
protagonistas se salvan siguiendo el mismo método, mientras que los indígenas
ignorantes huyen aterrados. El eclipse ofrece la versión opuesta, aunque quizás
más realista.
El
postcolonialismo como teoría aplicada a América Latina tiene que lidiar con el
hecho de que la “descolonización”, el proceso de independencia, fue hace unos
150 años. El discurso
colonial del fraile se ve como una contradicción, entre el deseo narcisista del
fraile de ver a los indígenas como seres atrasados a los que puede controlar
con su conocimiento científico y la realidad que lo desmiente. El cuento pone
en escena un proceso de colonización truncado desde su raíz; o sea, pone en
escena una especie de utopía anti-colonial. Si
bien ocurre lo primero (fray Bartolomé ve a los indios como objetos de la
diferencia para ser dominada) el proceso de desarrollo histórico llega a su fin
con la eliminación del sujeto colonizador. Lo que hay que preguntarse es qué
les permite a éstos interrumpir el proceso colonizador.
“El
eclipse” se puede considerar una representación del rechazo de las “reglas de
reconocimiento” (prejuicios) de la modernidad europea. El desenlace del cuento gira
en torno al hecho de que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y
apuntado sin la gran ayuda de Aristóteles las fechas de los eclipses solares y
lunares, es decir, el conocimiento de los mayas es astronómico. Desde el punto
de vista occidental este conocimiento es científico y tal clasificación no concuerda
con las formas culturales. El conocimiento o episteme indígena (maya,
azteca...) supuestamente no contempla la existencia de la ciencia, por lo que
este concepto pertenece a la formación cultural europea con la división de los
distintos saberes (ciencia, religión, filosofía, política, etc.) que tiene
lugar a partir del Renacimiento. No obstante, el contenido de este conocimiento es el mismo porque las
fechas de los eclipses son las mismas, más allá de las diferencias cronológicas.
La “coincidencia” del
conocimiento maya con el europeo les permite a los indios evitar que sea usado
como una forma de manipulación en su contra.
Desde
el punto de vista europeo (que es el punto de vista del cuento) no es posible
considerar un conocimiento como pre-científico si coincide con el occidental.
Por lo que es adecuado estar a favor de la descolonización, que supone la producción
del conocimiento propio, sin prejuicios que lo descalifiquen por ser occidental
o no.La ironía es que el “conocimiento negado” de los indígenas es idéntico al del
europeo.
Los
pueblos de los distintos Orientes no pueden entablar una conversación con
Occidente porque no son escuchados, pero deben alzar la voz para demostrar que
ninguno permanece inmutable. Y eso no debe ser la aceptación de las
representaciones clásicas de Oriente, pues son representaciones disfrazadas de
realidad limitadas.
La
emergencia actual en Asia (China, India, Indonesia…), en América Latina
(Brasil, Chile…), en África y en las revoluciones de los países árabes y
musulmanes, sea cual sea su evolución, dibujan un mundo nuevo que ya no puede
ser entendido en referencia a su pasado colonial, aunque este haya dejado en él
su huella.
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