He llegado por fin a lo que quería ser de mayor: una niña

¿Alguna vez en la vida le has dicho a alguien que es demasiado viejo para algo? ¿o que ha dejado atrás esa etapa cuando está viendo películas o series infantiles en la televisión? No sé vosotros, pero yo lo he escuchado muchas veces, y me niego a estar de acuerdo con la gente. Creo que no hay un punto tal en la vida que diga cuando los niños deben ser convertidos en adultos, dejando de lado lo que les gusta y cambiar lo que son porque hayan alcanzado una cierta edad. Hay gente que suelta con directas (o indirectas muy mal hechas, por cierto) que cuando crecemos no debería estar entre nuestras prioridades perder el tiempo en ver películas de Disney, porque es el momento de decir adiós a nuestra parte infantil o inocente y empezar a ver otro tipo de cosas.
Me gustan los documentales de la 2, sigo muchos programas de Eduard Punset, y a veces reconozco que también pongo Telecinco para reírme un rato con MYHYV o realities shows americanos que dejan mucho que desear. Porque todo lo que veamos no tiene por qué ser siempre cultural para demostrar a los demás lo “intelectuales” que somos o para necesitar sentirnos productivos, ni todo lo que veamos tampoco tiene por qué ser infantil o bajuno.

Para mí, crecer consiste en acercarse lentamente y de varias formas posibles a lo que queremos (felicidad, amor, éxito) y ser responsable de lo que estás haciendo para conseguirlo. Pero no van de la mano con el olvido de los recuerdos infantiles, de la imaginación, o de esa ilusión ligeramente ingenua. Nunca en mi vida dejaré de ver películas Disney, y voy a seguir bebiendo chocolate caliente a la taza entre mi manta mexicana en el sofá, mientras veo por ejemplo, El gato con botas. Nadie me va a impedir divertirme en colchonetas hinchables, ni reirme de mí misma. Nunca deberíamos decir adiós a nuestro niño o niña interior y mucho menos avergonzarnos de ello, no importa la edad que tengamos…


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